Las resistencias de infrarrojos producen energía térmica y están alimentadas por electricidad, gas natural o propano. Las resistencias de infrarrojos se componen de una bobina de resistencia o un filamento a prueba de calor, a menudo compuestas de tungsteno; otras alternativas son el carbono o las aleaciones de hierro, cromo y aluminio.

Además de proporcionar una fuente de calor, estas resistencias también se pueden utilizar para aplicaciones específicas como la esterilización.

Las resistencias de infrarrojos se utilizan para transferir energía térmica a través de ondas o radiación electromagnéticas. No se necesita contacto para transferir calor al objeto que se calienta y las resistencias de infrarrojos se pueden utilizar en un vacío.

La energía infrarroja se transmite a la velocidad de la luz, pero no calienta el aire que atraviesa. La energía se absorbe o se refleja por los objetos que encuentra. La temperatura y las propiedades físicas del objeto determinarán la eficacia del proceso. La radiación infrarroja es similar a las ondas de radio, la luz visible, los rayos ultravioleta, las microondas y los rayos X, y difiere solo en la longitud de onda producida.

El intervalo de radiación infrarroja es de 0,7 mm a 1000 mm; el calentamiento más útil se produce entre 0,7 mm y 10 mm. Las resistencias de infrarrojos suelen clasificarse por la longitud de onda de sus emisiones de infrarrojos. Virtualmente, la eficacia de la resistencia de infrarrojos depende de que la longitud de onda coincida con el espectro de absorción del material que se calienta. Por lo tanto, es importante seleccionar cuidadosamente el tipo de resistencia de infrarrojos correcta para lograr una mayor eficacia en el calentamiento.